Elavalo parecía un extraordinario acróbata. No porque realizara contorsiones o se lanzara intrépidamente desde un trapecio o brincara abismos. Lo que sucedía, es que podías encontrarlo en un retiro de meditación en una alejada montaña en silencio durante veinte días o más, tanto como en una fiesta de rock o en un concierto de música clásica. Lo encontrabas en un Ashram enseñando o en una colonia proletaria o comunidad indígena ayudando a la gente. Podría estar en el bosque más prístino o en la ciudad más contaminada. Pero lo significativo, es que no importaba el lugar ni la actividad en que estuviera involucrado, siempre estaba feliz compartiendo, siempre disfrutando cada lugar, cada momento, cada persona, cada acción. Siempre parecía encontrarse en su elemento.
Además, siempre enseñaba diferentes visiones, concepciones culturales, ambientales, estilos de yoga, de meditación, de organización social, de comunicación. Hablaba de todas las tradiciones y cosmovisiones antiguas, tanto como de los más recientes avances científicos, filosóficos o sociales. Era difícil clasificarle.
– Maestro ¿Cuál es el método que enseñas?, le preguntaron una vez
– El que tú necesitas
-¡Pero escucho cada vez, que enseñas cosas diferentes!
-Enseño a personas diferentes y cada persona tiene necesidades diferentes. A veces la misma persona cambia y por lo tanto, necesita cosas diferentes.
-Pero eso muy confuso, siento que me pierdo entre tantas posibilidades
Elavalo se retiró al bosque a meditar, había vivido la experiencia de que cada gran Maestro, filósofo, científico o artista creaban un método, una escuela para guiar a quienes les seguían, a quienes querían acercarse a donde cada uno señalaba. Observó también, que los métodos cambiaban de acuerdo a la cultura e idiosincrasia de cada Maestro, pero también por el lugar geográfico, por el momento histórico, es decir, por el contexto donde creaban y compartían. Revisando la historia, encontró que cada método funcionaba solo para algunas personas, más no para otras. Algunos se remontaban en la historia y sobrevivían milenios, mientras que otros fueron pasajeros. La inmensa mayoría fueron deformándose en el tiempo y terminaron en religiones o simples rituales, en conceptos vacíos que eran repetidos por inercia, por la necesidad de creer en algo, de agarrarse a alguna idea. Generalmente, ya no ayudaban a crecer a las personas.
Finalmente, enfocó su consciencia al momento presente, al paradigma y necesidades de la sociedad actual en esta naciente era de acuarius, vio la inmensidad de posibilidades, de comunicación, de intercambio, de acceso justamente, a todos los métodos de todos los tiempos, a los originales y a los actuales. Percibió entonces las necesidades y la dirección de los intereses y acciones de los jóvenes conscientes en la actualidad. A lo largo de siglos, había aprendido que las necesidades y dirección de los jóvenes marcaban la pauta del momento cultural dado. Entonces regresó a su andar de vagabundo…
– Maestro ¿Cuál es el método que enseñas?, le preguntaron una vez más
– El método de todos los métodos. Pero debo advertir que no es para todos, la mayoría necesitan uno o varios métodos previos para que, una vez logrado un avance, estén listos para soltarlo e ir más allá…
-Algunos siguieron confusos, pero a otros, se les iluminó el rostro con una sonrisa de descubrimiento.
Con estos últimos, como compañeros de camino, Elavalo siguió andando por el mundo, aprendiendo nuevos métodos, ideas, visiones, para integrarlos al nuevo método…, teniendo claro, que siempre seguirá cambiando, enriqueciendose y adecuandose a cada época.